Durante muchos años, la expansión de Vaca Muerta concentró la totalidad de las expectativas de aumento energético de Argentina. Sin embargo, el primer paso firme hacia la exportación continua de gas natural licuado (GNL) no se originará en sus yacimientos neuquinos, sino en los campos del sur, específicamente en Tierra del Fuego y Santa Cruz.
El plan que hará posible esta operación es liderado por Pan American Energy (PAE), en asociación con la empresa noruega Golar LNG, pionera en el ámbito de la licuefacción flotante. Ambas compañías impulsan la colocación de dos buques-planta —el Hilli Episeyo y el MK II— en el Golfo San Matías, frente a la costa de Río Negro.
Será la primera ocasión en que Argentina venda GNL de manera regular, con convenios a largo plazo y continuidad en la operación. De acuerdo con los plazos estipulados, las actividades darían comienzo en 2027, inaugurando una fase inédita para la cadena de valor del gas argentino.
Dos buques gigantes para la licuefacción
Las unidades estarán ancladas frente a Punta Colorada, a unos 35 kilómetros al sur de Las Grutas.
La primera, el Hilli Episeyo (en reacondicionamiento), se situará a 4,5 kilómetros de la orilla, en una zona donde el fondo marino alcanza entre 43 y 46 metros de profundidad.
La segunda unidad, el MK II (en fase de construcción), se instalará aproximadamente 3,5 kilómetros más al norte.
Ambas funcionarán bajo un esquema offshore, sin necesidad de instalaciones terrestres permanentes.
El gas llegará a los buques mediante un gasoducto que lo transportará directamente hasta las plantas flotantes, donde será enfriado a –162 °C, licuado, almacenado y, posteriormente, cargado en buques metaneros para su envío al exterior.
El formato es innovador para el país, pero ya cuenta con antecedentes en otras regiones. El Hilli Episeyo, por ejemplo, operó en Camerún desde 2018 (hasta este año) con un rendimiento constante, lo que confirma una base tecnológica establecida.
Gas Austral: La cuenca protagonista
Contrariamente a lo que se podría pensar, el gas que suministrará a las plantas no provendrá de Vaca Muerta, sino de la Cuenca Austral, que reúne la extracción del extremo sur del país, en Tierra del Fuego y Santa Cruz.
Este gas actualmente se transporta a través del Gasoducto General San Martín, pasa por Bahía Blanca y llega al área metropolitana de Buenos Aires. Desde esa infraestructura ya existente se construirá una bifurcación de unos 14 kilómetros hacia la costa rionegrina, más un segmento submarino de entre 5 y 7 kilómetros que establecerá la conexión con los buques.
De esta manera, el proyecto aprovechará la red de gas actual sin la necesidad de nuevas obras desde Neuquén.
La selección del gas austral posee una lógica operativa: la cuenca dispone de gas convencional con producción estable, con capacidad para mantener una exportación de escala moderada sin afectar el equilibrio del abastecimiento interno y, además, existe un gasoducto cercano que facilita su uso.
Una oportunidad para el país
La puesta en marcha del polo de licuefacción rionegrino implica un avance significativo en la política energética.
Argentina dejará de ser un país importador estacional para tener la oportunidad de exportar gas de forma ininterrumpida, transformando una parte de su producción excedentaria en divisas.
El momento también es determinante. La demanda global de GNL crece constantemente, impulsada por la transición energética y la necesidad de países de Europa y Asia de sustituir el carbón y el petróleo.
Ingresar al mercado global ahora le permitirá al país adquirir experiencia comercial y técnica antes de la llegada a gran escala de Vaca Muerta.
Los buques flotantes funcionarán, por lo tanto, como plataforma de prueba para la logística, la regulación, la seguridad operativa y el marco contractual que exigirá un desarrollo posterior mucho mayor.
El Futuro: Argentina LNG y el salto de Vaca Muerta
El proyecto Argentina LNG, impulsado por YPF y Petronas, representa la etapa subsiguiente. Contempla una planta de licuefacción terrestre en la costa de Río Negro y un gasoducto de más de 550 kilómetros desde Vaca Muerta.
La capacidad inicial sería de 10 millones de toneladas al año, con posibilidad de ampliarse hasta 30 millones en una segunda fase. Si los plazos se cumplen, podría empezar a operar entre 2029 y 2030, momento en que el país ya habrá validado su infraestructura de exportación flotante.
Ese desarrollo marcará el verdadero salto de dimensión: se pasará de un esquema modular, basado en gas convencional, a una planta de gran envergadura alimentada por gas no convencional neuquino, con infraestructura fija y acuerdos globales a largo plazo.
Un precedente y un cambio estructural
El país ya tuvo una experiencia previa de exportación de GNL. En 2019, YPF empleó la barcaza Tango FLNG en Bahía Blanca para realizar exportaciones experimentales.
Aquella vivencia fue breve y de carácter experimental: pocas cargas, infraestructura alquilada y objetivos más de aprendizaje que comerciales.
El proyecto de PAE y Golar, en contraste, aspira a una operación continua, concebida para perdurar.
Indudablemente, señala el ingreso efectivo de Argentina al mercado mundial del GNL y la oportunidad de transformar el gas en una fuente estructural de divisas, tan necesaria en una economía con urgente necesidad de dólares.
Para Río Negro, además, el impacto será doble: económico y geopolítico. El Golfo San Matías se convertirá en un punto energético de relevancia internacional, con el potencial de atraer servicios, inversiones y empleo especializado vinculado a la actividad gasífera offshore.
El comienzo de una gran nueva etapa
Las primeras exportaciones de GNL desde la costa rionegrina no serán la meta final, sino el punto de partida de un proceso más extenso.
Argentina se unirá al grupo de exportadores de gas natural licuado con su recurso más antiguo y consolidado —el gas fueguino—, mientras prepara la infraestructura y la curva de aprendizaje que más adelante posibilitará la exportación del gas de Vaca Muerta a gran escala, con proyectos de enormes magnitudes liderados por YPF.
Detrás de ese primer cargamento estará en juego mucho más que una transacción comercial: la validación tecnológica, logística y regulatoria de un sistema que, si se afianza, puede redefinir la estructura energética nacional y proyectar al país como proveedor estable de energía para el mundo.