La cooperación en materia energética entre Rusia y China ha trascendido la esfera de la conveniencia temporal para cristalizar en un inédito eje geopolítico de trascendencia global.
Tras el tercer aniversario del comienzo del conflicto en Ucrania y la implementación de un paquete de sanciones encabezado por los Estados Unidos y la Unión Europea, Moscú ha redireccionado sus ventas de energía hacia Asia. En este contexto, Pekín ha emergido como su principal socio y como un destino alternativo fundamental para sus suministros de petróleo, gas y carbón.
Consolidación de la Alianza Bilateral
Desde el año 2022, la colaboración mutua entre ambas naciones ha progresado sobre pilares económicos e institucionales firmes. El gobierno ruso y las mayores corporaciones energéticas chinas han firmado convenios a largo plazo que abarcan sectores como gasoductos, crudo, carbón, Gas Natural Licuado (GNL) y energía nuclear. A esto se suman mecanismos financieros que prescinden del dólar estadounidense y potencian las transacciones en monedas nacionales.
Un informe de la consultora Paspartú, bajo la dirección de Juan José Carbajales, resalta varios logros recientes. Entre ellos se destacan la entrada en pleno funcionamiento del gasoducto Fuerza de Siberia 1 (Power of Siberia 1), el récord de intercambio comercial bilateral alcanzado en 2024 (245.000 millones de dólares), y el pacto estratégico para la edificación del gasoducto Fuerza de Siberia 2 (Power of Siberia 2), un proyecto masivo que multiplicará el volumen de gas ruso enviado al gigante asiático.
A nivel internacional, este acercamiento está promoviendo la creación de un bloque energético euroasiático con reglas, divisas y rutas comerciales propias. Mientras las naciones de Occidente procuran disminuir su dependencia de los recursos rusos, el eje sino-ruso está remodelando las cadenas de suministro globales y reorganizando los flujos de comercio de petróleo y gas.
Según explica Carbajales, quien también ejerce como director del IGPUBA, el resultado de este proceso es un mercado más segregado y competitivo. En este panorama, la infraestructura, la logística y la diplomacia energética se transforman en elementos centrales de poder. Rusia está diversificando sus caminos de exportación —desde la región ártica hasta el Pacífico—, y China está fortaleciendo su seguridad energética a través de contratos de larga duración, inversiones compartidas y el cofinanciamiento de iniciativas cruciales.
Efectos y oportunidades para Argentina
Este nuevo contexto global presenta tanto desafíos como posibilidades para países productores emergentes como Argentina, que aspira a consolidarse como exportador de petróleo y GNL gracias al desarrollo de Vaca Muerta.
El reporte destaca: “Por un lado, el mayor abastecimiento de gas ruso a China vía gasoductos podría reducir la demanda asiática de GNL, liberando espacio para nuevos proveedores en la región del Pacífico, donde la Argentina aspira a ingresar con su gas licuado”.
Además, la Unión Europea mantiene su esfuerzo por diversificar sus fuentes de energía, buscando opciones más allá de Rusia y Medio Oriente. Esto genera ventanas de oportunidad para nuevos proveedores confiables. En esta coyuntura, el gas y el crudo argentinos podrían ganar participación en los mercados europeos, asiáticos y latinoamericanos.
También existen nichos concretos que surgen tras la retirada parcial de Rusia de ciertos mercados de Latinoamérica. Un ejemplo es la comercialización de diésel a Brasil —previamente cubierta por Moscú—, que podría ser sustituida por otros actores, incluyendo a Argentina, si logra robustecer su infraestructura de exportación.
En lo que concierne al petróleo, Carbajales señala que: “si las exportaciones rusas continúan restringidas, una eventual suba de precios internacionales podría acelerar la inversión en proyectos neuquinos, permitiendo superar el millón de barriles diarios y destinar hasta el 70% de la producción a la exportación”.
No obstante, también se vislumbran riesgos estructurales. Si China sella contratos de suministro a largo plazo con Rusia, Catar y Estados Unidos, podría disminuir el margen de entrada para nuevos proveedores de GNL. En el sector petrolero, la saturación de las refinerías asiáticas con crudo ruso y del Golfo podría dificultar el acceso del petróleo argentino.
De esta manera, la profundización del eje energético Rusia-China marca un cambio de era en la geopolítica de la energía: los flujos se reestructuran, los precios experimentan ajustes y la competencia se agudiza, justo en el momento en que Argentina procura integrarse en el comercio global de hidrocarburos.
Un escenario energético en mutación
Los analistas coinciden en que la colaboración sino-rusa no solo genera efectos inmediatos en el mercado, sino que también asienta las bases de un nuevo orden energético de carácter multipolar. Europa busca proveedores "no alineados", Asia diversifica sus fuentes, y América Latina se perfila como una zona de oportunidades para un suministro seguro y sostenible.
Para la Argentina, el gran reto radica en anticiparse a estas transformaciones, establecer capacidades exportadoras sólidas y diseñar una estrategia de inserción inteligente que sea capaz de aprovechar los vacíos creados por las tensiones geopolíticas entre las grandes potencias.