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China logró transformar un desierto en un ecosistema con vegetación con la ayuda de miles de paneles solares

En el desierto de Kubuqi en China, conocido por albergar la gigantesca instalación solar apodada «la gran muralla solar», un estudio científico ha revelado un hallazgo con implicaciones globales. La investigación demostró que la combinación estratégica de paneles fotovoltaicos y vegetación es la única fórmula eficaz para generar humedad y fertilidad, lo que permite la restauración y el florecimiento de ecosistemas en suelos áridos.

Por Redacción

Jueves, 11 de diciembre de 2025 a las 12:57

El desierto de Kubuqi —o Hobq—, el séptimo en extensión de China y conocido históricamente como “el mar de la muerte”, se ha transformado en el escenario central de un ambicioso proyecto. Este esfuerzo incluye la instalación de una gigantesca planta de energía fotovoltaica, bautizada popularmente como «la gran muralla solar». Justamente en este entorno, un equipo de científicos decidió llevar a cabo un experimento para verificar una doble ventaja: que los paneles no solo producen electricidad limpia, sino que también pueden ser clave en la recuperación de ecosistemas degradados por la severidad del clima árido.

Para la investigación, se probaron tres enfoques distintos para utilizar el terreno desértico: cubrir la arena exclusivamente con los paneles, plantar solo arbustos nativos que resistieran el bioma, o combinar ambas estrategias. Solamente la última alternativa demostró ser efectiva para lograr que la vegetación lograra prosperar en el corazón del desierto.

Este método combinado resultó en la formación de un suelo con mejores condiciones. Esto se debió a un aumento en la retención de humedad, lo que a su vez permitió el desarrollo de raíces y cultivos. El impacto positivo obtenido en territorio chino ha captado la atención de otras naciones, las cuales buscan replicar este modelo para revertir la desertificación en sus propias zonas áridas y semiáridas.

Metodología del experimento

El equipo de investigación comparó tres diferentes escenarios para determinar la mejor forma de facilitar el resurgimiento de un ecosistema en el desierto.

La primera opción consistió en la simple colocación de los paneles solares directamente sobre la superficie arenosa, con mínima presencia vegetal. La segunda opción implicó la siembra de especies de arbustos resistentes para mitigar la movilidad de las dunas, pero sin integrar las estructuras fotovoltaicas. La tercera variante, en contraste, fusionó ambos procedimientos: se plantaron vegetación y cultivos justo debajo de los paneles, usando estos últimos como protección y fuente de sombra frente a las altas temperaturas.

Los resultados, como era de esperarse, marcaron una gran diferencia. En la primera modalidad, la calidad del suelo se mantuvo inalterada, mientras que en la segunda apenas se registró una ligera mejoría, atribuible a la resistencia de las plantas al viento. Por el contrario, en las parcelas donde coexistieron la vegetación y los paneles fue posible el nacimiento de un nuevo ecosistema, a pesar de las condiciones adversas.

En estas áreas de prueba, el sustrato se modificó de manera notable, adquiriendo mayor fertilidad. La clave fue que la sombra proyectada por las placas redujo tanto la temperatura excesiva como la velocidad de evaporación del agua.

Gracias a esto, las especies vegetales y los cultivos pudieron desarrollarse exitosamente: sus sistemas radiculares actuaron sobre la tierra, transportando carbono hacia estratos más profundos y acumulando materia orgánica. Este proceso favoreció el crecimiento de microorganismos, lo que aceleró el ciclo de nutrientes del suelo.

El paralelismo con la Gran Muralla China

El desierto de Kubuqi es también reconocido por albergar el proyecto de infraestructura chino que, debido a su magnitud, recibió el apodo de «la gran muralla solar», evocando la antigua muralla china que históricamente protegía la frontera contra invasiones.

En este contexto moderno, el propósito de la «muralla» de paneles es detener el avance de la desertificación a lo largo del territorio asiático. El objetivo es recuperar la habitabilidad de un entorno que resulta demasiado seco para el desarrollo natural de la vegetación, además de elevar la calidad de vida de las poblaciones locales.

Según lo expuesto en un artículo publicado por el portal Meteored, el impacto positivo de estos estudios en China es tan significativo que otras naciones están tratando de replicar el modelo. Tal es el caso de Brasil, donde la instalación de sistemas de energía fotovoltaica se está realizando en regiones cada vez más secas para promover la mejora del ecosistema y combatir activamente la degradación del suelo.